Beijing, 26 mar (PL) El presidente estadounidense, Donald Trump, encendió la mecha de una guerra comercial contra China, que ganó rechazo generalizado y avivó temores de otra Gran Depresión, originada en su país con el consecuente desplome de la economía mundial.
La obsesión proteccionista del mandatario esta vez se tradujo en un alza arancelaria, por 60 mil millones de dólares, sobre productos como el acero, aluminio y tecnológicos, bajo el pretexto de que el gigante asiático los introduce en el mercado norteamericano de forma desleal. Trump desoyó las voces nacionales, a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la advertencia de China, respecto a la crisis que provocarán tales medidas tanto en lo bilateral como global.
Aunque todavía insiste en el diálogo frente a cualquier diferencia, Beijing respondió de inmediato con el anuncio de aranceles por tres mil millones de dólares a las importaciones de 128 bienes estadounidenses, incluido la carne de cerdo, el vino y las nueces.
Además, dijo que procederá con una acción formal ante la OMC contra Washington y está preparada financieramente, para enfrentar las secuelas de la actual confrontación.
«Nuestro sistema bancario y mercado de seguros están bien equipados con regulaciones, que nos permitirán sortear cualquier riesgo o impacto externo sobre China», aseguró este fin de semana Yi Gang, gobernador del Banco Popular.
A raíz de los últimos acontecimientos, medios especializados y analistas trajeron al recuerdo el año 1930 y la ley Smoot-Hawley, la cual, igual que ahora Trump, impuso una cadena de gravámenes a las mercancías extranjeras con la promesa vacía de hacer de Estados Unidos un gran país.
Como resultado, sobrevino una sucesión de medidas proteccionistas en Europa lesivas para el comercio mundial y detonantes de la Gran Depresión, que sumergió al planeta en la inseguridad, miseria, caída de renta nacional, ingresos fiscales, beneficios empresariales y los precios.
Ahora la historia parece repetirse porque después de anunciarse las nuevas tarifas se desplomaron las bolsas de valores en Wall Street y las principales de Asia, por el temor a una guerra comercial internacional.
A juicio de expertos, el peso de los impuestos de momento se centra más en lo político pues son la recompensa a productores estadounidenses de industrias como el acero, situados en el centro-norte estadounidense y que respaldaron a Trump, en las elecciones de 2016.
Sin embargo, dicha región también acoge grandes automotrices, que sentirán el impacto de comprar más caro ese metal y el aluminio por las decisiones unilaterales del presidente norteño.
El golpe también recaerá sobre los exportadores de nueces y vino, mayormente ubicados en el influyente estado de California y considerado un bastión importante de los opositores a Trump.
«El nivel de vida de los consumidores, negocios, agricultores y ganaderos de Estados Unidos, está en riesgo si la administración sigue adelante con este plan», declaró por su parte, el director general de la Cámara de Comercio de ese país, Thomas J. Donohue.
Mientras, el reconocido experto Robert Lawrence Kuhn, comentó que lejos de resolver los problemas económicos en suelo norteamericano, los aranceles a las importaciones chinas a largo plazo los agravarán más, porque violan principios fundamentales de las leyes mercantiles.
Para Trump «las guerras comerciales son buenas y son fáciles de ganar», sin embargo se topó con una resonancia negativa y más bien, apuntaló el aislamiento, donde mantiene a Estados Unidos desde su llegada al poder.
Además, olvidó que hace un año, en el Foro de Davos, el presidente chino, Xi Jinping, advirtió que no habrá vencedores en esa confrontación, porque «la economía global es un gran océano del que nadie puede escapar».