La batalla cotidiana
Hartazgo, anhelo por aquello que no se posee o es difícil alcanzar, tedio y estrés por la rutina familiar, laboral, conyugal o cualquier tipo, falta de aceptación física o psicológica en uno mismo, recursos económicos escasos, el terrible deseo de una vida diferente o la desesperación por no pasar desapercibido en el mundo, éstas son algunas características de los seres constantemente inconformes. Es normal que el sujeto se percate más de lo que carece que de lo que ya tiene.
Sin embargo, la situación embarga doble rostro; en primera instancia, fijarse más en los sueños o lo que hace falta apunta a un hombre o mujer que pretende superarse y tratará de mejorarlo, pero también puede demostrar la posible resignación ante el desacuerdo que le rodea y no emprender absolutamente ninguna acción para modificar aquello que disgusta de su entorno o de sí mismo. El riesgo de esta última postura es que se convierte en una eterna inconformidad sin frutos o sin sentido, vacía y que la prolongación de la conducta genera inferioridad, ya ni siquiera mediocridad. Pero ellos deben saber que la lucha sí es meritoria, vale la pena intentarlo.
El otro rostro
Pero como para todo existe un antagonista, se halla el que se jacta frecuentemente de perseguir sus metas, se pone de ejemplo indirectamente pues considera correctas sus decisiones, el problema no es que verdaderamente lo haga, sino que suele alardear más que ejecutar, se empeña más en aparentar que en corregir, puede que la intención comience de forma superficial, pero hasta ahí.
Es el simulador que encubre su conformidad y en repetidas ocasiones lo logra, porque lo adorna de la mejor manera; con logros materiales, esos que “todo mundo irresistiblemente desea y necesita”, es la primera línea para superarse pues ¿Quién no desea una perfecta solvencia para sobrevivir y conseguir algunos placeres? ¡Casi todos! Pero, la disyuntiva es que el patrón de comportamiento de dichas personas se estanca, ya con eso creen que lo han conseguido “todo” y no es así. Si quisieran eso y más sería digno de aplaudir….
Es menester hacer hincapié en ese punto pues, aunque no parezca, es lo que está sucediendo en tiempo actuales. Las aspiraciones intelectuales y espirituales se están diluyendo en ciertos sectores de la sociedad, especialmente para las generaciones menores a los 18 años. El deficiente vocabulario, el cinismo y la corta visión a futuro es lo que poseen algunos de los estudiantes adolescentes, pero eso sí, aspiran a ser millonarios o grandes magnates para alimentar placeres fatuos y a corto plazo.
Nadie ha dicho que los placeres sean malignos, se vuelven en problema cuando es la única prioridad y se tergiversan, ya que depende de su utilización se pueden rebajar o enaltecer; lo ideal es transformarlos en arte, en algo útil y verdaderamente deseable, hay que procurarlos sin vivir encadenados a ellos.
Parece que de dichas posturas ninguna es conveniente pues la primera raya en una consciencia por la inconformidad, pero sin arreglo y en el otro plano son soluciones que sí te permiten vivir cómodamente con el riesgo de experimentar gran vacío emocional. En todo caso, pensarían muchos en optar por la segunda posición.
El momento trascendente será cuando se atrevan “a eso y más” como se mencionaba anteriormente, cabe recalcar que sí hay quien lo intenta, lo pone en práctica y le funciona, no se quiere decir que nadie sea capaz de ser un inconforme o rebelde con verdadera causa, empero que confronte las adversidades y obtenga buenos resultados en más de un 50 por ciento. ¡Sí los hay, pero son pocos!
Los matices y derivaciones son tantos que, en el camino por lograrlo, se pueden perder hacia otro; el ejemplo perfecto es el dinero, es en el que la mayoría se estanca, pues “al darse cuenta de lo que el billete puede hacer desean más y más”, concentran todo el potencial en esa línea, y se olvidan de las ambiciones para cultivar el alma. Asimismo, otros se rinden, se frustran, se quedan con ideas fijas en un mundo paralelo fijo y fantasioso y nunca logran nada más que en los meros sueños.
El equilibrio en este mundo siempre será difícil, el balance es como el oleaje del mar, a veces se mantiene tranquilo, pero en ocasiones más salvaje, impredecible e injusto en sus repercusiones. Es complicado de sostenerlo, por naturaleza cada cierto tiempo debe haber crisis climáticas, lo mismo ocurre con la balanza, requiere de enorme trabajo y múltiples factores para que las partes se coordinen y ninguna domine.
Así que a partir de este instante si de algo sirve hay que darle vuelta a la página e intentar escribir otra más para que lo que ya existe y esté afectando a los individuos sea modificado, y “nos empeñemos en seguir avanzando una vez más, así como nuestros antepasados lo han hecho”.