París, 17 abr (Prensa Latina) Una imagen circula en las redes sociales cual síntesis perfecta del significado del incendio de Notre Dame de París: roto de angustia, Quasimodo abraza y se aferra a la catedral, renuente a dejarla partir.
En la noche del 15 de abril, así se aferraron franceses y personas de todo el mundo a la edificación cuando un incendio de dimensiones inéditas devoró parte del templo, uno de los más emblemáticos de la religión católica a nivel internacional.
Sumidos en el estupor y la incredulidad, creyentes y no creyentes siguieron las impresionantes imágenes de un fuego ciego e incontrolable que arrasó en minutos lo que había conseguido sobrevivir por siglos.
«Notre Dame es más que una iglesia, más que un monumento histórico, es parte de nuestra identidad como franceses», declaró a Prensa Latina una señora que acudió la mañana siguiente a las cercanías de la catedral para ver con ojos propios el desastre, tal como hicieron miles y miles de personas que se agolparon en las calles aledañas.
La iglesia, construida de 1163 a 1345, está ubicada en el mismísimo corazón de París, en la isla de Cité, rodeada por el río Sena, allí donde los galos se asentaron alrededor del año 200 antes de nuestra era para dar origen a la que hoy es la capital de Francia.
Con su impresionante arquitectura gótica se consolidó durante siglos como el principal templo católico de la urbe, pero el salto a la inmortalidad lo dio en el siglo XIX, cuando se convirtió en protagonista de la novela de Víctor Hugo titulada, justamente, Notre Dame de París (Nuestra Señora de París).
Traducida a decenas de idiomas, adaptada al cine, al teatro y al musical en innumerables ocasiones, la obra ha recorrido el planeta.
Y con sus exhaustivas descripciones ha ayudado a personas de todos los continentes a caminar los lúgubres pasillos de la catedral, a subir los escalones que llevan al campanario, a admirar la inmensidad de sus techos, los mismos que quedaron devastados tras el incendio.
Por eso ciudadanos de todas las geografías quedaron sin palabras al ver arder la construcción, y no pocos pensaron en Quasimodo, el entrañable jorobado legado por Víctor Hugo que se ha convertido en la personificación misma del amor sin límites por Nuestra Señora de París.
Tras la conmoción generalizada, un día después del incendio comenzó a asomar el optimismo al comprobar que al menos la fachada y las dos torres quedaron en pie.
Aliviados, los franceses aseguran que el templo resurgirá de entre sus cenizas y seguirá sumando siglos a su historia, esa historia en que se confunden fantasía y realidad.
La iglesia, que sobrevivió a la Revolución de 1789 y a las dos guerras mundiales, ahora también vivirá más allá del incendio del 15 de abril de 2019.
Y Quasimodo seguirá saltando de viga en viga en las torres para hacer sonar, puntualmente, las campanas de Nuestra Señora París.