¿Se imaginan despertar una reluciente, fresca y alegre mañana y no saber que ese día morirás en la noche? Algunos preferirán no saberlo, otros sí, porque pueden creer que podrán emprender alguna acción para evitarlo, pero la verdad es que tampoco se sabe si eso sería posible o ya está determinado, ante este planteamiento se pregunta uno ¿Me gustaría saber o no cuando moriré?
El hombre vive supeditado a este planeta desde que se hace y nace, la vida del humano se puede definir como una contradicción, es la gloria y, el infierno. El transcurso fructífero de la estancia en la tierra dependerá de infinidad de factores, de los cuales se podrían escribir muchos libros, el punto de ahora es que dicha coyuntura permite desear vivir más o una pronta muerte, aun así, es necesario afirmar que se tenga una vida satisfactoria o pésima por naturaleza el sentido de supervivencia predominará y es el debate que se experimenta constantemente de dos formas: consciente o inconscientemente.
Por las características de cada persona hay quien pensará más en esta caída sin retroceso, incluso sus estudios estarán basados en eso, se inmiscuirá más en el “existencialismo”, aquella corriente filosófica que para Sörin Kierkegaard, la existencia es ante todo un existente: el existente humano. Se trata de aquel cuyo ‘ser’ consiste en la subjetividad, en pura libertad de elección. No puede hablarse de la esencia de la existencia, solo puede hablarse de ‘este existente’ o ‘aquel existente’ y la verdad de éstos no es sino la ‘subjetividad’. Este hombre fue el precursor del existencialismo.
Por consiguiente, el humano siempre decide, tiene esa gran facultad que puede convertirse en enemiga, ya que está en sus acciones elegir cómo vivir, si continuar respirando, luchar por una trascendencia o bien, arrancarse el aliento. En torno a este asunto, se ha retratado de diversas maneras la polémica.
“Ser o no ser. Esa es la cuestión” (To be, or not to be, that is the question), dice el personaje “Hamlet” en la obra de William Shakespeare. Es la reflexión que siempre puede estar presente en cada alma.
Sin embargo, aquellos que frecuentemente piensan “a la muerte” tienen más posibilidad de profundizar en la misma, de observar sus diferentes rostros y de prepararse para afrontarla o de incrementar la paranoia hacia “ese final”, creando un extremo pánico que no permita vivir adecuadamente.
Los que casi no la tienen presente y consciente en sus mentes se preocupan menos y argumentan que hay que “disfrutar la vida”, algunos “ilimitadamente”, pues en cualquier momento puede ocurrir “nuestro deceso”, por eso mientras se esté presente hay que arrasar con todo. No obstante, si se encontraran al borde de la muerte, una tragedia natural, accidente o enfermedad la mayoría haría todo lo posible y lo que estuviera a su alcance para estar un poco más en el mundo, el deseo irresistible de seguir viviendo es muy fuerte, incluso unos días son más satisfactoriamente recibidos.
El mismo dilema plantea el libro “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera, quien relata una serie de personajes envueltos en ondas existencialistas. Todos los humanos saben que morirán, somos los únicos seres vivos en el planeta que están conscientes de esa hermosa y terrible realidad, pues los calificativos opuestos ante dicho hecho no podrían describir mejor la condición natural de los individuos.
Entre más resistas será mejor, es la ley de la vida, en todas las épocas pasa que hay seres más adaptables al sistema de la vida, y aplica para todos los rubros, desde el personal, psicológico, las costumbres del ahora, hasta el que ya está estructurado en un país como la política o la economía. El existencialismo y la adaptación de supervivencia están más ligadas de lo que uno cree.
Asimismo, la reflexión y temor hacia ese final desconocido es inevitable y se trae impregnado así como la piel, es horrible cuando el destino, en ese sentido, se encuentra predeterminado, es aterrador cuando se piensa que el día de mañana uno puede morir o alguien con quien estás ahora.
Cabe añadir que el sensacionalismo y miedo suben de nivel en el tema de inseguridad por el bombardeo de información en los medios, es la gran paradoja del hoy, un mundo con más comunicación pero que puede convertirse en el enemigo para crear amarillismo, exceso de preocupación y vivir asustado todo el tiempo, hay que aprender a discernir entre lo que se sabe que sí está pasando y tomar las precauciones necesarias, pero tratar de evitar el alarmismo imperante.
Aquel que sea más capaz de adaptarse al nuevo mundo que se está implementando en este Siglo XXI es el que sobrevivirá.