Hace un año imperó una intensa jornada electoral, en la que se protagonizaron candidaturas para la presidencia, gubernatura, alcaldía, para el Senado y diputación en el país y diferentes estados. Los partidos políticos se disputaban los puestos fuertemente, pues por un lado el «famoso» y tradicional tricolor trataba de rescatar su imagen desgastada, el blanquiazul intentaba recuperar la presidencia y deslindarse de hechos corruptos y Morena, el nuevo modelo a seguir, se propagaba su convicción como una gran fiebre.
Era y hasta la fecha sigue siendo el favorito de la gente, pese a constantes y duras críticas de la oposición y de cierta prensa. Arrasó Morena y se pueden hacer varios juicios, comparando los matices del 2018 y de los meses que han transcurrido en 2019.
¿El presidente genera polémica?
Sí. Por dónde sea que uno le busque, ese hombre, derivado de una yuxtaposición, genera debate. Por un lado, es visto como uno de los mejores políticos, quizá un luchador social que atiende las grandes necesidades de la gente. El héroe de la historia actual. Por otra parte, es exhibido como un «monstruo», un destructor de la época neoliberal, que traerá malos augurios para la economía y el progreso de México. Un verdadero necio lo llamarían sus antagonistas, o como él diría sus «adversarios», así como lo recuerda en sus conferencias de prensa matutinas.
Algún segmento del público se pregunta: ¿Porqué es tan repetitivo en algunos de sus discursos, en los que siempre prevalecen las palabras corrupción, pobreza, ya no será como antes, neoliberales, conservadores? Realmente teme que sus palabras no penetren bien en la mente de los actores sociales para que cobren sentido, las personas se lo deben creer para ponerlo en práctica.
«¿La perseverancia es favorable?»
Sí. Pero lo que le reclaman y piden «muchos» es que haya un momento en que esos dichos o declaraciones se conviertan en realidades. La promesa y esperanza continúa reinando y teniendo valor.
Sin embargo, es válido recalcar que la gente está acostumbrada a exigir mucho y otorgar poco o nada, pues es verdad que los gobernantes o funcionarios públicos tienen una mayor responsabilidad sobre los ciudadanos, pero éstos últimos deben entender que también ellos tendrán que modificar actitudes para que la sociedad funcione de forma fructífera. En un país de primer mundo, los gobernantes no son los únicos que forjan el camino.
Ahora en el pasado fin de semana volvieron a haber elecciones en algunos estados, entre ellos Baja California y Puebla, en donde el caso fue insólito, pues surgieron sospechas por una competencia tan reñida para la gubernatura en 2018, al final del mes de ese año muere la gobernadora panista Martha Érika Alonso, quién había tomado posesión y a los 10 días fallece en un supuesto trágico accidente de helicóptero. ¿Sospechoso o no? Se preguntaron muchos
Miguel Barbosa, personaje dudoso a ojos de los partidarios del PAN, se postula nuevamente para ser candidato de Morena y el 2 de junio gana. Después de un año obtiene la gubernatura, y así como hay miles que lo respaldan, el otro tanto lo ataca y condena por enfermo y denomina asesino. Son fuertes acusaciones que terminan siendo tersgiversadas, la gente empieza a parlar muchos juicios, hasta que vuelve a entrar al hartazgo, se deslindan del área política y ya no votan. Es uno de los panoramas que se vislumbró, y lo que provocó un abstencionismo.
Sí hay gente que vota y cree aún, pero por el curso de los hechos la antipatía empieza a ser amiga de los ciudadanos y desean ya no saber nada de política. ¡Cuidado! Si los sucesos se perpetúan llegará el día en el que todos actúen bajo la trama del «Ensayo de la lucidez» de José Saramago (por cierto muy interesante libro), en el cual casi nadie sale a votar cuando hay elecciones. Así que en este México aún hay tiempo de rescatarlo, pero corre una variedad de peligros.