Por Julio Morejón
La Habana (Prensa Latina) En las áreas más pobres del planeta, existe un 300 por ciento de posibilidades más de contraer matrimonio antes de la adultez que en el resto del mundo, lo cual sin dudas es grave.
África subsahariana es un ejemplo de tales casamientos: de los 10 países con mayores tasas de ese tipo de unión prematura, ocho pertenecen a la región y los casos más sobresalientes se concentran en el Sahel, donde pervive un cinturón de pobreza, causa de tales casamientos.
Según un informe de la organización no gubernamental Ayuda en Acción, esos Estados son Níger, con el 76 por ciento de los casos, República Centroafricana (68), Chad (68), Mali (55), Burkina Faso (52), Guinea (52), Sudán del Sur (52) y Mozambique (48).
Aparte de esos datos hay otros relativos a lo que ocurre entre las zonas rurales y urbanas, donde las posibilidades se duplican al crecer las necesidades tanto de compartir la miseria como la comida y donde operan otros factores -atávicos- respecto al trato con las niñas, quienes son las que más pierden en tales casos.
Actualmente en África viven 125 millones de niñas a las que obligaron a casarse antes de los 18 años de edad, lo cual preocupa por el pronóstico de que en 2050 esa cifra será de 310 millones de menores de edad, es decir bastante más del doble de lo previsto en las evaluaciones oficiales.
El continente asiste a un proceso de adaptación a la modernidad, pero cuestiones como el matrimonio infantil forzado lastran cualquier advenimiento a mejores condiciones en lo referente a género y principalmente a la protección de la infancia, la única que puede garantizar el futuro del continente.
Un resumen de 2018 sobre miseria y matrimonio de menores, destaca que cuatro de cada 10 niñas en África se casan antes de los 18 años, y seis de los 10 países con mayor índice de casamientos de niños son africanos, y en los seis Estados más afectados el porcentaje de ese tipo de unión oscila entre el 45 y el 80 por ciento.
MOZAMBIQUE POR EL NO
El Parlamento de Mozambique, aprobó recientemente un instrumento judicial contra el matrimonio prematuro, una legislación que establece sanciones de dos a 16 años de prisión para quienes incumplan las limitaciones etarias, violen y/o premeditadamente contagien a sus víctimas con enfermedades de transmisión sexual.
La ley también instituye medidas preventivas y de apoyo a fin de proteger a los menores casados, quienes en muchos casos abandonan los estudios y se convierten en individuos que la sociedad -en un ámbito de escasez de opciones de desarrollo- va «marginalizando», sinónimo de exclusión en tiempos de globalización.
Además de los daños biológicos y psicológicos que pueden acarrear el matrimonio infantil, hay un dilema que no se reduce solo a los países del área subsahariana, sino que la desborda y es que como tendencia el matrimonio precoz en muchos casos se acompaña con privación de libertad individual y confinamiento en casa.
Unido al cuadro de insatisfacción espiritual de la pareja se sientan bases para el uso de la violencia contra las niñas (menores de 16 años) en su vida marital, lo cual denuncian agencias como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en su batallar por los derechos humanos y específicamente de los pequeños.
El matrimonio infantil es pernicioso porque los hijos de las adolescentes tienen el mayor riesgo de nacer muertos o de perecer en la etapa perinatal, así como sufrir de bajo peso, ya que sus madres aún no están totalmente en condiciones físicas de procrear en condiciones normales. Asimismo, esas madres precoces aún no cuentan con las facultades psicológicas necesarias para criar a sus bebitos.
Los índices de mortalidad infantil y materna en África resultan sorprendentemente altos por razones como las expuestas, así como otras consideraciones médicas y sociales, entre las que sobresalen desde los legados culturales propios de las comunidades hasta los estigmas relacionados con la salud reproductiva.
Según estimados, en África se realizan anualmente 1,7 millones de matrimonios infantiles, una situación difícil de enfrentar.
A nivel mundial una consideración numérica que llama la atención es que cada siete segundos obligan a casarse a una niña menor de 15 años, lo cual se engarza con el hecho de que cada 12 meses alrededor de 15 millones de menores de 18 años son desposadas contra de su voluntad.
EN LA UNIÓN AFRICANA
El matrimonio infantil en el continente es un asunto al cual la Unión Africana (UA) le presta atención, porque está consciente de la importancia de ofrecer una opción de vida sana y amplia a las generaciones que llegan y sobre las que recaerá el futuro económico, político y social del continente.
Si bien la decisión mozambiqueña aporta una importante luz para avanzar en el laberinto -donde se reúnen ignorancia, pobreza e incultura- es notorio que se debe andar con mayor velocidad a fin de evitar que colapsen todos los sueños y que eso devenga incremento incesante de casamientos precoces, como podría ocurrir en el 2050.
África subsahariana tiene el mayor número de esos maridajes en todo el mundo, un problema complejo, causado por innumerables factores, incluyendo la violencia armada de los conflictos, y con efectos sumamente devastadores de cara al futuro mediato o inmediato.
A criterio de políticos, para detener ese tipo de alianza forzada de adolescentes en el ámbito de las contiendas bélicas se requiere que todos los Estados-miembros de la UA, la Comisión de la Unión Africana y otras entidades interesadas, aumenten sus servicios dirigidos a la formación y protección de los menores.
*El autor es periodista de la redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina