Pinta París una ciudad triste y vacía por el azote del COVID-19

París, 16 mar (Prensa Latina) Atracciones y comercios cerrados, paradas vacías y escuelas sin el agradable alboroto de los niños, hacen hoy de París una ciudad diferente, más bien triste, amenazada por un enemigo de muy rápida propagación: el COVID-19.


Hasta hace muy poco, caminar por sus calles y avenidas daba una sensación de normalidad, considerando la eterna prisa de su gente -como si cada minuto en la Ciudad de la Luz aportara una recompensa-, el ir y venir de las bicicletas y la presencia de turistas de todo el mundo con una interminable lista de sitios a visitar.


La epidemia del nuevo coronavirus lo ha cambiado todo, como hizo antes en Beijing, Teherán, Roma o Madrid, y por mucho que la esperanza humana se aferre, el temor y la preocupación son inevitables.


Claro que generan tristeza la Torre Eiffel sin sus elevadores y escaleras colmados de curiosos dispuestos a escudriñar la imponente dama de 300 metros de altura y 130 años, la Mona Lisa sin las filas y las pugnas por una foto inolvidable en el Louvre o el Castillo de Versalles sin ofrecer a sus invitados un viaje mágico en el tiempo a través de salones y habitaciones capaces de desafiar al dios Chronos.


Ni que decir de los bistrós desiertos, esos establecimientos que están por todos los lados e invaden las aceras, dando a diario colorido a la metrópoli hasta bien entrada la noche.


El COVID-19 transforma hoy la capital de Francia en un hervidero de gente, que con carros de mercado busca provisiones, hace filas en farmacias y tiendas de alimentos y actúa como si su intención fuese prepararse para una larga guerra.


Muchas son las expectativas en las medidas que el gobierno pudiera adoptar en las próximas horas, que incluyen la posibilidad de un confinamiento total de la población, como recurso de emergencia para evitar el contacto entre las personas, y con ello la diseminación de un virus que ya inquieta o enluta a 160 países o territorios, la mayor parte del planeta.


La epidemia desatada por el ataque de un patógeno que cobró ya siete mil vidas inocentes en el mundo impone a los parisinos un duro desafío, del que saldrán victoriosos con disciplina y solidaridad.