Guatemala, 17 jul (Prensa Latina) La próxima entrada en vigor del semáforo de la Covid-19 para reabrir la economía en Guatemala y regular la movilidad en sus municipios, dispara hoy temores y críticas por ocurrir en plena escalada de la enfermedad.
El sistema de alerta por colores (rojo, anaranjado, amarillo y verde) comenzará a funcionar el 27 de julio, según anunció el domingo último el presidente Alejandro Giammattei, y los ciudadanos deberán acostumbrarse a qué hacer según casos activos por cada 100 mil habitantes a nivel local, un dato que hasta ahora el Ministerio de Salud no incluía en sus informes.
Si se aplica esta medición o la del índice de positividad por pruebas realizadas, también prevista, de los 340 municipios del país, solo 64 estaban en rojo (alerta máxima) el fin de semana último, 35 en naranja (alta), 241 en amarillo (moderada) y ninguno en verde, indicador del rumbo a la «nueva normalidad».
No obstante, ante la escalada del coronavirus (SARS-CoV-2) en los últimos siete días, con registros por encima de los mil contagios y promedio de 44 muertes, ya este primer «mapa semaforizado» cambió y no para ver la luz al final del túnel, como alertan analistas.
Para Karin Slowing, médica de profesión e impulsora del proyecto LaboratorioDeDatosGt, el semáforo Covid-19 equivale a hacer una mesa sin ponerle patas, aunque resulta muy atractivo para sectores que piden a gritos reabrir la economía, el «premio» final.
A su juicio, este sistema es tan solo una herramienta y su uso no resuelve el problema de fondo que se aprecia desde el inicio de la epidemia, el 13 de marzo pasado.
«Con más de 120 días de confinamiento parcial y errático, y aun en plena escalada, todavía no sabemos cuál es el plan. Ni el Ministerio de Salud o la Coprecovid (Comisión Presidencial) han dicho claramente cómo se va a cortar la cadena de transmisión del virus en cada segmento territorial del semáforo, y cómo se dará respuesta oportuna a la población ya enferma, reduciendo las muertes entre los afectados», advirtió.
Slowing sostiene que para el funcionamiento confiable del nuevo método deberían estar ya resueltos al menos tres problemas reiterados, un sistema de rastreo y seguimiento activo de casos y contagios a escala territorial, la masificación inteligente del testeo y contar con información epidemiológica confiable, transparente y accesible a toda la población.
Otros expertos llaman la atención sobre el peligro de que al abrir la economía o de lo que queda por abrir en realidad, se llegue a un problema sanitario mayor.
El director ejecutivo de la Coprecovid, Edwin Asturias, dijo ayer en el Congreso que la cantidad de fallecidos a causa de la Covid-19 podría ascender a nueve mil 657 en octubre, una cifra no lejana si, como está previsto, la apertura traerá inevitablemente más contagios.
Pero el dato más polémico, por las denuncias de colapso que manifiestan a medios de prensa los directores de hospitales, es que actualmente la red de salud pública tiene una ocupación solo del 68 por ciento.
Guatemala necesitaría, y aquí la preocupación, tres mil 800 camas en total y unas 960 para salas de cuidados intensivos, pero solo cuenta con 300 en esa vital categoría.
A lo que se añade una pésima ejecución del presupuesto asignado por el Congreso a Salud para combatir la pandemia (2,8 por ciento) y un pico de la enfermedad corrido para octubre en lugar de agosto, según explicó.