Beirut, 5 ago (Prensa Latina) A la depresión social generada por la devastadora explosión horas atrás en unos almacenes del puerto de esta capital se suma hoy el horror del creciente número de muertos.
El informe más reciente registra 113 decesos, cifra preliminar debido a la cantidad de escombros generada por el estallido de miles de toneladas de nitrato de amonio abandonadas durante años en las bodegas del puerto localizado cerca de la bahía de San Jorge.
Bomberos y socorristas, entre ellos voluntarios, remueven los desechos en busca de personas sepultadas, constató Prensa Latina.
Comercios y edificios residenciales sufrieron los embates de la onda expansiva de la explosión, cuya magnitud puede medirse por el hecho de que fue escuchada en la isla de Chipre, localizada a más de 200 kilómetros de distancia.
La zona es conocida como la «corniche» y en los atardeceres del estío es lugar de reunión de los beirutíes para tomar el denominado café turco, comer mazorcas de maíz asado y hacerse leer las palmas de la mano por las gitanas que recorren el área ofreciendo sus servicios.
Entre las primeras decisiones adoptadas por el Gobierno figura el arresto domiciliario de los directivos del fondeadero, recién anunciado por los medios locales de prensa, que citan fuentes oficiales.
La tragedia tomó por sorpresa en el peor momento a este pequeño país multiconfesional del Levante, sumido en una crisis económica sin salida inmediata aparente y marcada por violentas manifestaciones de calle en demanda de la reestructuración del Gobierno, a cuyos miembros los protestantes acusan de corruptos.
Con la libra libanesa en caída libre, río revuelto para la especulación fiduciaria, la inflación sube sin cesar, mientras la inmensa mayoría de los libaneses sufren cortes de electricidad de hasta 20 horas al día en medio del verano mediterráneo, caracterizado por temperaturas de hasta 40 grados y baja humedad.
Hasta el presente no existen indicios de sabotaje y, por el contrario, los medios pertinentes coinciden en señalar que la negligencia en el almacenaje del producto, muy inflamable, propició la tragedia, lamentada por la inmensa mayoría de la comunidad internacional.
La única nota discordante la puso el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien la víspera en rueda de prensa en la Casa Blanca calificó el hecho de ataque y a las víctimas fatales de asesinados.
Pocas horas después, sin embargo, tres funcionarios del Departamento de Defensa (Pentágono) aseguraron a la prensa en condición de anonimato que «no existen indicios de que fuera un ataque» e interrogados sobre la formulación del mandatario dijeron «no sabemos de qué habla el presidente».
Desde la difusión de los primeros despachos sobre la catástrofe numerosos jefes de Estado del mundo y el secretario general de la ONU, António Guterres, remitieron sus condolencias al presidente libanés, Michel Aoun, y algunos anunciaron diversas formas de ayuda.