Por Adalys Pilar Mireles
El Cairo, 2 nov (Prensa Latina) Rostro de Egipto desde milenios, las pirámides de Giza son admiradas nuevamente hoy por lugareños y visitantes foráneos quienes no obstante los azotes de la Covid-19 recorren el complejo arqueológico, de preferencia en típicos camellos.
Aunque el conjunto abriga a un total de nueve estructuras de ese tipo, Keops -la única maravilla del mundo antiguo que perdura-, Kefrén y Micerinos acapararon gran parte de la celebridad debido a su configuración y dimensiones.
Tal paraje, incluido en la lista del patrimonio mundial, regala un viaje en retrospectiva hasta aproximadamente el año 2509 a.n.e, durante la dinastía IV cuando fue erigida la mayor de esas obras (140 metros de altura) y la más famosa entre al menos un centenar descubiertas en el vasto territorio, con tierras en dos continentes.
Rodeada de leyendas e insólitas teorías como la que deja entrever un posible origen alienígena, sigue siendo escrutada por investigadores, con diversos métodos que incluyen avanzadas tecnologías como el empleo de rayos cósmicos capaces de atravesar la piedra para estudiar una gran cavidad o vacío en su interior.
Custodiada por otras edificaciones, entre las que destacan las moradas finales de los familiares de los reyes, un embarcadero hasta donde transportaban el cadáver del rey, un templo y la vía procesional, fue concebida -al igual que sus similares- con el objetivo de conservar la esencia del faraón momificado.
A la par el espacio funerario perseguía atesorar una colección de objetos que, de acuerdo con la cosmogonía de esa civilización, los acompañaría durante la tribulación dentro de la tumba y en su viaje a la eternidad.
Sin embargo, hasta ahora no fue hallado el cuerpo de Keops en el interior de ese peculiar recinto sepulcral, cuyas imágenes han recorrido el mundo.
Y aunque su pirámide atrae las miradas tanto de turistas como de científicos, los antepasados del gobernante levantaron otras que lograron también resistir el paso del tiempo, como la escalonada en Saqqara, y la Acodada y la Roja, en Dahshur.
Abiertos nuevamente al público tras una prohibición de meses para contener la propagación de la Covid-19, los emblemáticos edificios de roca ubicados en la planicie de Giza, resultan una estampa cotidiana para los cairotas que transitan por las calles aledañas acostumbrados ya a las vistas de las pirámides, deslumbrantes lo mismo a la luz del sol, que en la penumbra.
Inaugurado recientemente, un restaurante-mirador permite apreciar las mejores panorámicas del lugar y dejar constancia gráfica de ese escenario casi intacto en medio del desierto, moldeado otrora por trabajadores cuyos sepulcros yacen en los alrededores.
Desde el 1 de julio Egipto reanudó los vuelos internacionales y el turismo, posteriormente autorizó otra vez la entrada a la totalidad de sus museos y sitios arqueológicos, bajo pautas sanitarias como el uso de mascarillas.