Ciudad de México (Prensa Latina) Los mexicanos viajarán a sus orígenes con el Tren Maya como máquina del tiempo para recorrer pretéritos reinos de Moctezuma y Cuauhtémoc, el último tlatoani torturado a fuego, como Hatuey en Cuba.
Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal jefe en México
Esta primera salida de los convoyes el 15 de diciembre podrá considerarse un abre bocas, pues se limitará a un solo tramo, de Campeche a Cancún, de 473 kilómetros y, aunque largo, será menos de un tercio del recorrido del tren por los cinco estados mayas, que totalizan mil 554 kilómetros de historia viva y palpable, y llena de emociones.
Saldrán en esos primeros momentos dos caravanas simultáneas de cinco a siete vagones con una longitud de 150 metros, una a las 7.00 y otra a 11.00 horas, que recorrerán el tramo a una velocidad moderada inicial de 120 kilómetros por hora hasta alcanzar su estándar crucero de 160 dentro de algunas semanas. Ahora sus motores funcionarán con diésel ultra bajo en azufre hasta que los trenes híbridos lleguen en febrero de 2024.
Si se tienen en consideración la longitud de las líneas férreas, la complejidad del tendido, los altos puentes y túneles, los miles de millones de traviesas y toneladas de balasto especial, el extremo cuidado arqueológico del entorno, los complicadísimos procesos de salvamento de yacimientos mayas y las desviaciones para no afectarlos, resulta una proeza ingenieril y obrera impresionante.
Además, la obra se inició en junio de 2020, en plena pandemia de Covid-19, y concluyó en este diciembre de 2023. Es, por mucho, la más grande obra ferrocarrilera que se realizó en el mundo en estos años, parece que ostentará ese récord durante bastante tiempo, y todo ha sido exitoso.
Su construcción fue torpedeada desde el principio con fines políticos, pero a los promotores les fue imposible romper el encanto y el influjo ganado por la obra desde que era un proyecto colmado de romanticismo y magia.
Tiene por objetivo exponer a los ojos del mundo el México profundo y de sorprendente desarrollo cultural, arquitectónico, matemático y de los procesos de la naturaleza que hicieron de la civilización maya (desde 1800 a.n.e. hasta la conquista de los españoles, en 1697 cayó la última ciudad) una de las más avanzadas de la época.
No conocían la existencia de Europa ni esta la de ellos, y sus construcciones y acueductos nada tuvieron que envidiarle a las de aquellos, ni sus predicciones en los cambios de clima, la fijación de horarios, rotación de estaciones y las rutinas orbitales del Sol y la Luna.
Lo que va a demostrar el recorrido del tren es, al mismo tiempo, una denuncia contundente de la gran riqueza que los colonizadores españoles pretendieron destruir, pero fue tanta y tan consolidada que, por suerte, no pudieron exterminarla, como tampoco todas las etnias, y sobrevivieron 68 cuyas lenguas se mantienen vivas.
El Tren Maya rompe todos los esquemas y mitos que tiene la sociedad moderna empresarial acerca de los megaproyectos ferroviarios al considerarlos iniciativas de mucha inversión, quizás influidos por otros intentos que fracasaron o terminaron fuertemente subsidiados por los gobiernos al no poder mantenerse por sí solos.
O por políticas exterminadoras, como la de México, que borraron radicalmente ese medio de transporte público para entregarlo a las grandes mineras privadas y explotarlos solamente como carga con un mínimo de inversión y gastos, y grandes plusvalías.
Equivocadamente, y solo por intereses económicos, países como México prescindieron de los medios de transporte más baratos y seguros del mundo, como son los ferrocarriles.
Aquí fue necesario que el presidente Andrés Manuel López Obrador declarara la obra como como asunto de seguridad nacional para poder continuarla, pues la oposición política aliada a sectores empresariales se resistía.
En realidad no debió ocurrir esa triste eliminación de los ferrocarriles por otra razón muy fuerte: la Revolución Mexicana se hizo en tren y a caballo, y los ferrocarriles saltaron así a la historia, de la División del Norte a los zapatistas del sur, y ahora el «camino de hierro» vuelve con más bríos que la yegua alazana de Pancho Villa, Siete Leguas.
Este 15 de diciembre comenzará ese tramo, pero el 31 continuará con el de Cancún Palenque, y el de Cancún-Tulum a finales de enero de 2024, al cual le seguirá Tulum-Escárcega en febrero próximo.
Esta primera etapa movilizará diariamente hasta 880 pasajeros por día, lo cual irá aumentando de forma paulatina. Se espera que con la apertura de todos los tramos a partir del 29 de febrero de 2024, pasen a ser miles los pasajeros.
El primer tramo dará trabajo fijo a 720 personas, y cuando los siete trechos entren en operaciones, se incrementará hasta más de dos mil 400, y los indirectos multiplicarán esas cifras.
Los 42 trenes que se espera ya estén en circulación a principios de 2024 fueron fabricados en México. El diseño exterior de los vagones está inspirado en la cultura maya, como por ejemplo en los colores y texturas del arte regional; y en la majestuosidad del jaguar, animal endémico del sureste, bello, elegante y veloz.
Los diseñadores idearon tres modelos, uno de ellos el Xiinbal -palabra maya que significa viaje o paseo-, hermoso, cómodo, aerodinámico, que será el estándar y brindará todo tipo de servicios.
Es un modelo confiable, seguro, acogedor y fácil de utilizar, proyectado con ventanas panorámicas que permiten a los visitantes disfrutar de los verdes paisajes del sureste y los yacimientos mayas como si estuviese en una sala de cine.
Subir a ellos y recorrer con absoluta tranquilidad el pasado tan subyugante de los pueblos originarios desde la modernidad del presente, debe ser una de las más apasionantes aventuras.
Sobre todo en estos convulsos momentos en que son tan necesarias la tranquilidad y la seguridad, aun cuando en cada kilómetro recorrido topemos con los vestigios del pretérito drama de los mayas con las huestes incultas y ambiciosas de Hernán Cortés y Pánfilo de Narváez.