La danza y el alborozo de las letras: Reina María Rodríguez

Santiago de Chile (PL).- La danza esquiva ante imponderables de la salud, una madre laboriosa e inspiradora frente a una máquina de coser y la fruición por la lectura, todo para devenir poeta y hacerse llamar Reina de Animas.
En realidad, Reina María Rodríguez, simplemente. Del barrio de Centro Habana, en la calle Animas. Mujer pequeña de voz tenue que se crece al retozar con las palabras y dibuja versos, como una cronista de su época que dimensiona paisajes.    Vino a Chile no por casualidad. Fue para recoger el Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda 2014, que ya antes conquistaron otros dos cubanos, Fina García Marruz (2007) y José Kozer (2013).
Además de los 60 mil dólares en metálico y el privilegio de publicar una antología de sus poemas, Reina María recorrió las tres residencias de Neruda en Chile y sostuve numerosos encuentros con estudiantes, mapuches e intelectuales en general.
El diálogo exclusivo con Prensa Latina transcurre en La Chascona, una de las residencias de Pablo Neruda, en el Estravagario, donde poetas y escritores deshojan textos cada noche con la capacidad inagotable de los soñadores.
Las letras son su pasión y la palabra su mayor encanto, aunque se esmere en distanciarse de apologías y elogios. Dice que ya probó escribir en cualquier parte pero se siente atada a la Isla, a ese sentimiento indescriptible de un espacio que le pertenece.
-Tengo la sensación cuando me alejo que algo va a suceder y tengo que retornar. Decidí empezar a viajar por una necesidad de reencontrar amigos que se marcharon de Cuba y a mis dos hijos que viven fuera.
La idea viene acompañada de la estrecha relación que tiene con su madre, de 93 años, una exquisita costurera que se aferraba a mantener su máquina Singer en el mismo sitio, por temor a no poder hacer los vestidos con igual calidad.
Soy una devoradora de libros, como tiene que ser el poeta, un depredador, explica la flamante ganadora del Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda, recibido en el Palacio de La Moneda de manos de la presidenta Michelle Bachelet.
No es una conversación lineal, simplemente porque Reina María parece regodearse de musas inspiradoras a cada instante y sin mucho esfuerzo hilvana frases reflexivas.
-Cada libro es un tiempo, como un paseo hasta llegar a un lugar, aunque no sea un fin. Una suerte de artesanía, por eso vuelvo a escribir a mano todos mis poemas o casi todos y me convierto en un problema para los editores, comenta.
-Soy muy errática e imperfecta si bien muy trabajadora, confiesa con una transparencia sorprendente en la cual no hace falta descubrir su modestia.
Sobre su estilo, asegura que no tiene el lenguaje de la música. «Cuando escuché a los poetas mapuches me quedé muerta con ese hablar cantando. Sin embargo, es cierto que la poesía cubana es muy sonora», acota.
Hay una influencia española y Nicolás Guillén es un ejemplo, además de lo que nos llegó de Lorca y los surrealistas, pero no es mi caso, añade.
Desde su Azotea, la llamada Azotea de Reina en sus tiempos en su casa de Animas, donde también creó la Torre de las Letras, aunque ya no sea lo mismo, sigue construyendo su propio sujeto lírico que lanzó su imaginería con Cuando una mujer no duerme, Para un cordero blanco, En la arena de Padua (1991), Páramos (1993) (…).
Bailarina frustrada por la impotencia de su cuerpo, con la columna desviada y el martirio de usar un corsé de yeso, Reina María Rodríguez relata que la pasividad obligada la hizo asomarse a la poesía.
Se muestra agradecida eternamente al poeta costarricense Alfonso Chase, quien le regaló una caja de libros de Virginia Woolf en los años 80, y del privilegio de aproximarse en un cine como el ruso, polaco y húngaro.
En un espacio íntimo, sobrecogedor, en la Casa Museo Pablo Neruda de La Chascona, proyectó la sencillez de su verso y la sinceridad de sus palabras, para cautivar con una lectura de sus poemas.
-Reescribo a mano todo lo anterior, siempre creo que debo mejorar lo escrito, por eso soy tan difícil para los editores.
La modestia sería en su figura un adjetivo recurrente. Por mucho que se esmere no puede ocultar que la fama, los honores y los reconocimientos le son ajenos. Pero tampoco los rechaza y en Chile, Reina María se vio superada por los acontecimientos.
-He sido muy dichosa en esta primera visita a Chile. Me permitieron entrar a lugares que no visita el público en las tres casas de Neruda, una experiencia extraordinaria, porque rebasan lo que conocía por láminas o lecturas, comentó.
Soy una persona que se alimenta de la lectura, he devorado a Nicanor Parra porque es un irreverente, de Virgilio Piñera, de Lezama (José) que es otro registro; no son mejores ni peores, son razas, como Neruda, Huidobro (Vicente) Lihn, (…), dijo.
Laureada por Casa de las Américas en 1984 con Para un cordero blanco y en 1998 con La foto del invernadero; Orden de las Artes y las Letras de Francia en 1999, y Premio Nacional de Literatura de Cuba en 2013, se sitúa hoy en el pináculo de las letras iberoamericanas.
Recuerdo una anécdota que cuando era niña y no sabía leer pero me hacía la que leía, en mi casa había un libro de Rafaela Chacón Nardi a quien mi madre le cosía y dentro de ese libro estaban cartas de Gabriela Mistral, apuntó.
-Un poeta tiene que ser un depredador hambriento, uno va tomando de muchos (…) mientras más nutrientes, más lenguajes tengas, más será el diapasón, como es el diapasón de un poeta como Pablo Neruda.

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