La Habana (PL) La muerte de 50 personas, incluido el agresor, y 53 heridos en una discoteca en Orlando, Florida, avivó en un año electoral el interminable debate sobre las armas en Estados Unidos.
Variadas son las interpretaciones de un problema que día tras día cobra vidas inocentes en un país que se precia de ser ejemplo de democracia, pero donde sus presuntos defensores son cómplices de la violencia de las armas y del terrorismo, según calificó un editorial del diario The New York Times.
El Congreso de Estados Unidos y el lobby de las armas que bloquean medidas de seguridad contra esos artefactos son cómplices del terrorismo, denunció el Times.
Tener un arma es para muchos un pasatiempo, lo que no es el
problema, estiman analistas, cuando el país es golpeado por masacres masivas gracias a la falta de controles y prohibiciones sobre la formas de tener y adquirir un artefacto que por definición es un arma de guerra.
Desde 2004, bajo la administración del republicano George W. Bush, se veía venir lo que es ahora una realidad y se convierte en el pan nuestro de cada día.
Estados Unidos fue golpeado por la violencia armada desde que la prohibición de armas de asalto expiró en 2004 pese a las protestas y las advertencias de los demócratas, que bajo el gobierno de William Clinton avanzaron en ese terreno.
Desde que la prohibición expiró 47 atentados masivos, más de 400 muertos y un sin número de heridos pesan sobre la conciencia de muchos legisladores, en especial republicanos, opuestos a aprobar leyes de control de las armas y revisión de antecedentes, entre otras normas necesarias.
Codicia o ceguera política impiden avanzar en este terreno, más cuando estadísticas indican que solo en 2015 los ingresos procedentes de la fabricación de armas y municiones eran de 15 mil millones de dólares.
Un reciente análisis del diario The Boston Globe indica que la mayoría de los observadores coinciden en que cualquier reforma verdadera sobre el control de armas tendrá que venir primero del Senado donde los republicanos se amparan en la Segunda Enmienda de la Constitución para evitar regulaciones.
En el campo del llamado partido rojo hay fuerte oposición a
controlar los antecedentes de los compradores aunque no todos se oponen a ese requerimiento mínimo para evitar que un arma esté en la mano equivocada, en la de un loco, un terrorista o un homofóbico, por citar unos pocos ejemplos.
Hasta ahora los estadounidenses son incapaces de negociar como adultos regulaciones sobre las armas y la parálisis legislativa propicia que el tema sea recurrente tras cada tragedia como la masacre de niños en Newton (Connecticut), los empleados en San Bernardino (California) y ahora la de Orlando (Florida).
Según estimados en el país se puede comprar un arma de asalto en siete minutos y un número ilimitado de balas, mientras por cada McDonald existen cuatro distribuidores de armas con licencia federal, algo que ilustra porqué hay muchas posibilidades de echar leña al fuego.
Sin duda es un tema que polariza cuando millones de estadounidenses sienten que necesitan poseer un arma de asalto, ya sea para su propia protección o su disfrute ocasional, mientras otros tantos quieren que sean totalmente prohibidas, el 57 por ciento.
Lo que ocurrió en Orlando llevó al presidente Barack Obama a renovar su llamado al control de las armas y a criticar los actos de «extremismo casero», lo cual pone en evidencia la urgencia de restringir las armas.
En declaraciones a la prensa tras reunirse con el vicepresidente Joseph Biden y su equipo de seguridad nacional, Obama calificó el tiroteo como un «devastador ataque contra todos los estadounidenses».
Desde luego, este es un ejemplo del tipo de extremismo casero que nos ha causado preocupación durante mucho tiempo… también vamos a tener que asegurarnos de que pensemos sobre los riesgos que estamos dispuestos a tomar por ser tan permisivos para que armas muy poderosas sean accesibles a la gente en este país, advirtió Obama.
Desde que llegó a la presidencia en 2009, Obama se enfrentó con al menos 14 tiroteos masivos y tuvo que condenar la violencia derivada de las armas.
La matanza ocurrida en el club gay de Orlando es la peor de la historia estadounidense provocada por tiroteos masivos de los que se registraron 132 este año, según el sitio web Shootingtracker.com.
Sin embargo, el Senado no hace nada aunque partidarios de las regulaciones como el legislador Chris Murphy (D-Connecticut) dice a sus colegas que «podemos unirnos en este tema».
Tras cerca de 15 horas de debates, el Senado no avanzó pero la maratónica jornada del 15 de junio colocó nueva presión sobre los líderes del Grand Old Party para fortalecer las leyes de armas de la nación, estiman fuentes de ese entorno.
Los líderes republicanos se oponen a legislar sobre el asunto, citando preocupaciones compartidas por la Asociación Nacional del Rifle (ANR) aduciendo que esas medidas socavan derechos constitucionales bajo la Segunda Enmienda.
Por lo pronto, el tema de las armas es un asunto que provoca
criterios encontrados entre la población y solo acerca posiciones cuando ocurren tragedias como la del club de Orlando, Florida, donde el pistolero solitario Omar Mateen violó la susodicha enmienda, pues el Tribunal Supremo reconoce el derecho a tener un arma de fuego solo en su casa.
Ahora los políticos ofrecen sus «condolencias y oraciones» a las víctimas habituales a través de los medios sociales, pero de ahí a concretar acciones contra la tenencia y el uso de las armas falta mucho camino por recorrer.
Aquellos estadounidenses que se oponen a la agenda pro-armas de la ANR, los que creen que las medidas de control de esos artefactos son necesarias y urgentes, tienen poder político y llegó el momento de usarlos, sostienen analistas.
Hoy, entre lamentos y recriminaciones, crece el cuestionamiento a derechos constitucionales que hacen de la cultura de las armas algo único en el país y ayudan a la prevalencia de la violencia armada.
El graderío pide acción.
Tragedia revive el acalorado debate por el control de armas en EE.UU.
Por Luis Beatón