Después de más de 2 meses de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y su equipo tanto el apoyo y las críticas hacia las decisiones que se toman crecen, se disputan y se empieza a generar una guerra en las redes sociales, los cuales se rigen bajo ciertas etiquetas, para referirse a los “fans” o perseguidores del mandatario se utilizan: pejezombies, chairos, amlovers, y para los que rechazan rotundamente al morenista se usan: derechairos, chayoteros, prianistas. Éstos son los más conocidos; sin embargo, hay una lista muy larga de insultos y ofensas que se lanzan entre ambos bandos, la división está cada vez más marcada.
En el ambiente político y quienes son defensores de alguna ideología se vive una gran tensión, incluso entre la familia y amigos. Aquellos que persiguen ciertos ideales con pasión cuando sus opositores alzan la voz intentan exponer todos los argumentos posibles para demostrar el error del otro.
No obstante, hay que decir que no todo es “blanco” o “negro”, pero el peligro es que se puede caer en lo “relativo”, lo cual indicaría que no apoya a ningún movimiento, sino que hay discernimiento en los pros y contras, más objetividad, queda fuera de las etiquetas asignadas, es el moderador de la política y analiza con profundidad lo que se pretende. En todas las áreas siempre es necesario un conciliador de las partes antagonistas, pero su gran desventaja es que al final sus ideas no son fijas, y puede parecer desinteresado.
Lo que sucede en días actuales es que hay más libertad de expresión, y cualquier persona puede manifestarse por las redes sociales (la vía más común), hay desde fundamentos válidos con cierta coherencia de ambos lados, se hallan los comentarios bromistas o que no se toman con seriedad el hecho y, por último, los despreciables, los que se dedican a ofender sin razón y se refleja ignorancia preocupante.
Por ejemplo, la similitud que se empezó a difundir entre el presidente López Obrador y Nicólas Maduro, las crecientes declaraciones de que el líder de Morena llevaría a México a sufrir las mismas consecuencias que Venezuela, muchos emisores duplican lo que escuchan, ya sea entre sus conocidos, analistas, televisión, radio u otro medio, pero los repetidores como robots o loros, la gran mayoría tiene pocos respaldos que sustenten su opinión.
Lo mismo ocurre con los llamados “amlovers”, López Obrador posee carisma, en el país nunca había gobernado la izquierda y un movimiento de dicha índole, “el cambio” y la denominada “cuarta transformación” ha adquirido una difusión masiva y un expansivo convencimiento a los ciudadanos. Es decir, muchos apoyan la superficie del cambio, pero tal vez no saben los detalles de muchas reformas, el trabajo que se requiere y en ocasiones el “defensor defiende por inercia”, sin conocer con certeza lo que más conviene o no.
Asimismo, ocurre con programas que está lanzando el presidente y que los contrarios intentan desprestigiar como el de “Jóvenes construyendo un futuro”, dirigido a personas con falta de oportunidades laborales o económicas, desde aquellos que sólo tienen la primaria y secundaria o hasta los que ya estudiaron una profesión u oficio, pero no han logrado hallar un trabajo estable. Las críticas se enfocan en que son programas sociales para “ninis”, para aquellos que se les está facilitando el dinero y no hacen un esfuerzo por ganarse un lugar por sus méritos o estudios, pero esto es un falso argumento, pues es generalizar, y actualmente en los estados hay mucho desempleo por carencia de oportunidad en el mundo laboral.
De acuerdo con datos de “El Sol de México”: La tasa de desocupación entre la población universitaria fue de 4.4% durante el cuarto trimestre de 2017, superior a la tasa general que fue de 3.3%, según cálculos hechos por este medio con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) publicada por el Inegi. Y posteriormente, la tasa de desempleo se ha mantenido en ese rango y en algunos casos, dependiendo de la profesión que se estudió, es mayor.
Así que es preciso evitar las generalizaciones en el desarrollo del gobierno presente, se puede tomar partido de la administración en el poder o ser un contrapeso, pero en cualquier circunstancia es indispensable hacerlo de manera eficiente, inteligente y responsable, sin caer en conductas influenciadas o radicales que indiquen una gran falta de desinformación y que puedan aportar “un aprendizaje” en el contexto que se habite.
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