Por Luis Manuel Arce Isaac
México, 20 dic (Prensa Latina) México vive un fin de año angustioso jamás imaginado cuando el 27 de febrero reportó el caso inicial de Covid-19 y el 18 de marzo su primer fallecido, admiten hoy autoridades.
Este 20 de diciembre se registran las cifras más altas de contagio y hospitalización en 10 meses con 12 mil 129 casos en 24 horas, para un total de un millón 313 mil 675 enfermos, y una saturación hospitalaria inédita en la capital, Estado de México, y Baja California.
Los fallecimientos confirmados por laboratorio, que se habían mantenido en un perfil bastante bajo en este segundo repunte de la enfermedad, se disparan también y crece la angustia por los 117 mil 876 muertos acumulados.
Un millón 645 mil 836 mexicanos han enfermado de Covid-19 y la tasa de positividad, superior al 40 por ciento, no baja. Las escenas dentro y fuera de los hospitales de Ciudad de México son dantescas, con pacientes en los pasillos, unos en el suelo, otros en sillas, algunos sobre escritorios a guisa de camas, muchos compartiendo el mismo balón de oxígeno.
Las imágenes filtradas en las redes sociales estremecen, mientras el gobierno federal hace un esfuerzo sobrehumano para tratar de controlar la situación y busca fórmulas para que la capacidad hospitalaria no sea rebasada ciento por ciento y la economía sobreviva a un embate tan violento.
Ya no quedó más alternativa este fin de semana que decretar semáforo rojo en la capital y el Estado de México, uniéndose así a Baja California y en unos días lo hará Guanajuato.
Es difícil encontrar una explicación a lo que ocurre. México se destacó en los primeros tres meses de la pandemia por una estrategia correcta de contención que mantuvo al país con niveles ínfimos de contagios en comparación con lo que ocurría en aquellos momentos en Europa y Estados Unidos.
Incluso se calculó que en abril se aplanaba la curva de contagio y la «meseta» se extendería hasta el 15 de mayo cuando «doblaría» su pico y empezaría el descenso, punto de inflexión para abandonar el confinamiento e iniciar la etapa de la nueva normalidad.
Nada de eso ocurrió. La meseta se extendió más de lo debido y a mediados de junio el gobierno forzó el ingreso a la nueva normalidad porque la afectación económica de los 60 millones de pobres del país era insostenible.
Si hasta esa fecha era terrible lo que sucedía, a partir de allí fue horrible.
Comenzó lo que entonces la Secretaría de Salud advertía como la etapa más complicada y empezó a ser más claro su mensaje de que el virus SARS-CoV2, responsable de la enfermedad, llegó para quedarse por tiempo.
Los picos dentro de la «meseta» -la cual teóricamente mantenía una tendencia a la baja casi imperceptible y poco comprensible que desató polémica- fueron altísimos, pero en ningún momento amenazaron con un desbordamiento de la capacidad hospitalaria, como ahora.
Sí fueron sobrepasadas las capacidades de atención médica por el tremendo déficit de especialistas, sobre todo terapeutas, y el gobierno tuvo que recurrir al exterior a contratarlos de emergencia y organizar un plan remedial intenso para convertir a médicos generales en especialistas, en cuestión de semanas.
Ya se había hecho la reconversión hospitalaria y los acuerdos con la iniciativa privada para que asumieran a los enfermos no Covid y dejar las instalaciones públicas solo para la atención a los contagiados.
Ahora extienden ese acuerdo, aumentan las camas con ventilador, y vuelven a contratar médicos extranjeros, lo cual no significa que el personal sanitario nativo pueda aspirar a un descanso pese a sus advertencias de que están agotados, estresados, superados por los pacientes, y de luto por la gran cantidad de colegas fallecidos.
México ha invertido todo lo necesario en precompras de vacunas y está entre los primeros del mundo que inician este mismo mes el proceso, pero con la conciencia de que no resolverá el problema, y la mayoría de la población recibirá su dosis solo a mediados de año.
Además, con la misma incertidumbre de la comunidad internacional de que se trata de antígenos sin antecedentes ni definitivas confirmaciones de su tiempo inmunológico, salvo algunas como la rusa Sputnik V a la que se le vaticina una acción preservativa de dos años.
Ante esa situación, y la aparentemente imposibilidad de lograr en el mundo, por ahora, una inmunidad de rebaño, las expectativas se centran, además de una vacuna superefectiva, en el descubrimiento de un fármaco curativo, como ocurrió cuando apareció la penicilina para curar infecciones como las venéreas, que diezmaban entonces a las poblaciones.