Algunas potenciales consecuencias de la crisis en Gaza

Connecticut, EEUU. (Prensa Latina) La horrenda tragedia que vive la humanidad en la Franja de Gaza ha generado un aluvión de artículos e informaciones de todo tipo. Quisiera abordar algunos de los temas que son menos discutidos en ese universo informativo.

José R. Oro*, colaborador de Prensa Latina

El impacto económico en el pueblo palestino es descomunal y cruel como pocas veces se ha visto en la historia. Pero Israel (o por mejor decir, el pueblo israelí) está siendo víctima también de las políticas fascistas de su gobierno. Más allá de las acciones puramente militares, se acumulan colosales impactos económicos, sociales, de relaciones internacionales, tanto a corto como a mediano plazo.
Deseo hacer una aserción bien clara: Israel está perdiendo la batalla de Gaza en su conjunto y los efectos de su agresión y derrota van a ser de largo aliento. El primer impacto es de tipo económico: Israel no puede permitirse el lujo de permanecer plenamente movilizado durante tanto tiempo, ni siquiera con el apoyo financiero ilimitado de Estados Unidos. Son cientos de miles de reservistas que llevan más de 60 días fuera de sus empleos, muchos de ellos permanecerán por tiempo indefinido.
Una parte sustancial (quizás la más alta del mundo) de los israelitas ostenta doble nacionalidad y se estima que a pesar de los limitados vuelos comerciales, más de un cuarto de millón ha abandonado el país en los últimos dos meses, es decir un tres por ciento de la población. Ese es también el número de los que se han marchado de sus asentamientos a lugares menos expuestos, tanto en el sur- en un amplio radio alrededor de Gaza-, como en una extensa franja a lo largo de las fronteras con el Líbano y Siria,  en una excepcionalmente alta migración interna.
Israel no está preparado para conflictos prolongados y, a pesar de su sofisticado equipo militar, depende de concluir sus guerras de manera rápida y abrumadora. El problema es que ahora no puede. Hamás está demasiado arraigado y Hezbolá es demasiado fuerte. Ambos tienen su propio equipo militar bastante efectivo, a pesar de la ausencia de armas pesadas, marina y fuerza aérea, muy útil para la guerra asimétrica que ejecutan. Su estrategia ha sido hacer que las fuerzas aéreas y navales enemigas sean en gran medida inútiles contra ellos mediante una vasta y bien equipada red subterránea de túneles reforzados, sellados y bien defendidos. Su estrategia es el desgaste: prolongar el conflicto más tiempo del que los israelíes estén dispuestos o sean capaces de soportar.
El 6 de noviembre, el londinense Financial Times publicó una investigación extraordinaria que rastreaba el devastador costo económico de la guerra de Israel en Gaza: su impacto repercutió en las finanzas personales, los mercados laborales, las empresas, las industrias y el propio gobierno israelí. Informa que la guerra ha afectado a «miles» de empresas, muchas de ellas al borde del colapso, y con sectores enteros sumidos en una crisis sin precedentes.
Los datos citados por la Oficina Central de Estadísticas de Israel revelan una realidad sombría: una de cada tres empresas ha cerrado o está operando al 20 por ciento de su capacidad desde que comenzó la Operación Diluvio de Al-Aqsa el 7 de octubre y abrió una brecha en la confianza nacional israelí. Más de la mitad de las empresas enfrentan pérdidas de ingresos que superan el 50 por ciento. Las regiones del sur, más cercanas a Gaza, son las más afectadas, con dos tercios de las empresas cerradas o funcionando «al mínimo». Para agravar la crisis, el Ministerio de Trabajo de Israel informa que 764 mil ciudadanos, cerca de una quinta parte de la fuerza laboral de Israel, están desempleados debido a evacuaciones, cierres de escuelas que exigen responsabilidades de cuidado de niños, o llamados a filas de tropas de la reserva.

El costo en el comercio y el turismo de Israel

El lunes 4 de diciembre, Bloomberg puso cifras del impacto económico de la beligerancia militar de Tel Aviv: la guerra de Gaza le ha costado a la economía israelí casi 14 mil millones de dólares hasta la fecha, con otros 260 millones de dólares en pérdidas adicionales cada día que pasa.
A pesar de esta terrible situación, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, quien depende en gran medida del apoyo de facciones políticas ultra sionistas de derecha, persiste en asignar enormes sumas a proyectos no esenciales de la economía. Netanyahu ha destinado una cifra récord de 14 mil millones de shekels (tres mil 600 millones de dólares) en gastos para proyectos de los cinco partidos políticos que componen su gobierno de coalición, gran parte destinados a escuelas religiosas y al desarrollo de asentamientos judíos ilegales en la ocupada Cisjordania.
En una amarga ironía, múltiples proyectos de construcción israelíes se han paralizado temporalmente porque dependían principalmente de la explotación de trabajadores palestinos. Los ultra – sionistas «no quieren tener trabajadores palestinos allí».
El turismo, un salvavidas económico, ofrece poco respiro para Tel Aviv. Las cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) muestran que los viajes internacionales contribuyen apenas con el 2,8 por ciento del PIB de Israel y sustentan 230 mil puestos de trabajo, poco más del seis por ciento de la fuerza laboral total.
A pesar de los persistentes esfuerzos a lo largo de 2023 para reactivar el turismo, en octubre se produjo una enorme caída del 76 por ciento con respecto a octubre de 2022. Los vuelos diarios del aeropuerto Ben Gurion cayeron de 500 a apenas 100. Sin un final a la vista para la guerra y con los propios colonos sionistas huyendo en masa, parece poco probable que Tel Aviv vuelva a convertirse en un popular destino de vacaciones a corto plazo.
La guerra económica
La catástrofe que se está desarrollando no pasa inadvertida para los economistas en Israel, 300 de los cuales, ya desde el 1 de noviembre, instaron a Netanyahu y sus ministros de finanzas a «entrar en razón», debido al «grave golpe que Israel había recibido». Creen que el cataclismo «requiere un cambio fundamental en las prioridades nacionales y una redistribución masiva de fondos para hacer frente a los daños de la guerra, la ayuda a las víctimas y la rehabilitación de la economía». En respuesta, el Primer Ministro se comprometió imprudentemente a crear una «economía armada»: «Mi orientación es clara: estamos abriendo los grifos, inyectando dinero a todos los que lo necesitan… Cualquiera que sea el precio económico que esta guerra nos imponga, lo pagaremos sin dudarlo… Derrotaremos al enemigo en la guerra militar y ganaremos la guerra económica también».
A pesar de tal grandilocuencia retórica, hay amplios indicios de que el Estado sionista está tan peligrosamente engañado acerca de su sostenibilidad económica como de su destreza militar. Los informes publicados por el «grupo de expertos» del Start-Up Nation Policy Institute (SNPI) de Tel Aviv revelan un panorama sombrío. Apenas dos semanas después de que estallara la inundación de Al-Aqsa, la organización publicó un estudio sobre los daños al sector de alta tecnología de Israel, que alguna vez fue una fuente de orgullo y alegría nacional, y un indicador de su prosperidad en general.
Incluso en esa etapa inicial, el SNPI pronosticó una «crisis económica cuya fuerza aún se desconoce» rápidamente inminente, basándose en su encuesta. En total, el 80 por ciento de las empresas tecnológicas israelíes informaron daños resultantes del empeoramiento de la «situación de seguridad» del país, mientras que una cuarta parte registró «daños dobles, tanto en recursos humanos como en la obtención de capital de inversión».
Más del 40 por ciento de las empresas de tecnología tuvo acuerdos de inversión retrasados o cancelados, y sólo el 10 por ciento «logró tener reuniones con inversores». El informe concluye diciendo que: «La incertidumbre y la consiguiente decisión de muchos inversores de esperar debido a la situación actual golpea a un sistema económico que ya estaba en dificultades para recaudar capital, en parte debido a la inestabilidad política en vísperas de la guerra, combinada con la crisis mundial».
Otra razón del fracaso del sector tecnológico israelí, es la exposición de las vulnerabilidades reales o percibidas de los sistemas de guerra y vigilancia electrónica de Israel durante el ataque de Hamas del 7 de octubre.
Ese informe concluyó que la operación de la resistencia palestina «probablemente conduciría a una disminución significativa en el prestigio del sector de ciberseguridad de Israel», dado que representa un golpe grave y potencialmente terminal para la marca «Startup Nation», que depende en gran medida de la ciberseguridad. Los acontecimientos posteriores han confirmado esta predicción.

Fluctuaciones económicas «bruscas»

Ya el 2 de noviembre, SNPI publicó un estudio adicional que investiga la resistencia económica histórica de Israel a las crisis de seguridad basándose en datos de «eventos de combate significativos de los últimos veinte años», en particular la Operación Margen Protector de 2014.
Si bien reconoció que los acontecimientos recientes habían suscitado «naturalmente grandes preocupaciones entre los inversores, socios y clientes extranjeros» de las empresas israelíes, el SNPI dibujó un panorama más optimista que antes, sugiriendo que Tel Aviv «ha demostrado su capacidad para superar crisis de este tipo en el pasado y…emerger más fuerte».
Este juicio alcista se basa en que el ataque a Gaza de 2014 costó sólo el 0,3 por ciento del PIB israelí, o alrededor de ocho mil millones de shekels (unos dos mil 157 millones de dólares) en dinero real. Además, ese esfuerzo militar no trastornó de manera duradera los mercados financieros ni causó «fluctuaciones bruscas» en la bolsa de valores de Tel Aviv a corto o largo plazo. El SNPI concluyó que, por lo tanto, se podría suponer el mismo nivel impacto, en la operación actual contra Gaza.
Sin embargo, la escala sin precedentes de las operaciones, que obligó a la movilización de 360 mil soldados israelíes, además de la intensificación de las escaramuzas militares en el frente norte con Hezbolá del Líbano y la devastación económica duradera, desafían la aplicabilidad del escenario de 2014, cuando apenas cinco mil soldados fueron movilizados en una acción militar de las Fuerzas de Ocupación Israelí que duró sólo 49 días.
Netanyahu, al menos retóricamente, da la apariencia de querer eliminar a Hamas y poner fin al gobierno del movimiento en Gaza, incluso si estos objetivos hasta ahora no se han logrado en absoluto. También hay indicios inequívocos de que Estados Unidos y Gran Bretaña están buscando un conflicto de poder prolongado y con consecuencias no sólo en Palestina, sino en toda Asia occidental. Esta impía trinidad puede estar a punto de aprender una lección insoportablemente dolorosa sobre los verdaderos límites modernos de su poder.
La Operación Diluvio de Al-Aqsa ha logrado provocar una reacción enorme, desafiando las medidas de seguridad establecidas y potencialmente señalando el comienzo de un desmoronamiento mayor del proyecto sionista. Los riesgos para Israel nunca han sido tan grandes. La economía colonial de Tel Aviv, que depende de la subyugación de los palestinos, puede estar enfrentando un futuro precario.

Las fuerzas de resistencia de los palestinos y sus aliados han planeado una confrontación de duración ilimitada, mientras que Israel sólo puede acometer ataques cortos, masivos, diseñados para una victoria rápida, que en este caso es ilusoria.
Esta es la razón principal por la que han elegido el genocidio como táctica. Por eso vemos fotos de Gaza que nos recuerdan a Stalingrado. Razonan que las muertes masivas y horribles de palestinos civiles vulnerables, principalmente mujeres y niños, obligarán a Hamás, Hezbolá y sus aliados a correr riesgos y exponerse. Pero el genocidio no está funcionando. Y cuando no es así, la respuesta de Israel es utilizar más genocidio.
Gaza carece en gran medida de alimentos, medicinas, electricidad, combustible o agua potable. Israel está tratando de obligar a una población en pánico a irse o morir. Si se van, es al Sinaí, para no volver jamás a su propio país. Eso le conviene a Israel, pero no a Egipto, que ha ayudado poco a los palestinos, más allá del ámbito verbal.
Por eso Israel está recurriendo a bombardear hospitales, escuelas, mezquitas e incluso las pocas iglesias de la pequeña comunidad cristiana que abrieron sus puertas a sus hermanos y hermanas musulmanes que buscaban refugio. La estrategia israelí parece ser que cuando las imágenes de demacrados esqueletos vivientes de niños y montones de cadáveres comiencen a estimarse en cientos de miles, o más, los combatientes se desesperarán y/o la comunidad internacional obligará a Egipto a abrir sus puertas. .
La estrategia podría resultar contraproducente. La comunidad internacional podría horrorizarse tanto que ninguna «Hasbará» (medios de comunicación amigos del sionismo y en sentido más general de Israel) cubrirá crímenes tan sórdidos y mezquinos. En cambio, sus aliados más acérrimos podrían verse obligados a abandonarlos, y otras potencias podrían entrar en la contienda del lado de los palestinos. En ese momento, las consecuencias se vuelven impredecibles. Millones de personas asisten a manifestaciones que ya están ocurriendo crecientemente en todo el mundo. Al menos una voz prominente en Israel ha sugerido la opción nuclear (1).
La crisis de Gaza aún no ha terminado, creo incluso que está lejos de terminar. Las cosas podrían cambiar muy rápidamente, puede ser que para bien, pero mucho más probablemente para mal. Si en el Congreso de los Estados Unidos, no se aprueba el «paquete de ayuda» de nada más y nada menos 14 mil 600 millones de dólares, le economía israelí tendrá retos de extraordinarias dimensiones que enfrentar (continuará).

Nota:

1.      El ministro de Patrimonio, Amihai Eliyahu, dijo durante una entrevista radiofónica que la opción nuclear sería «una forma» de tratar con Gaza, lo cual implicó que Israel no sólo está en posesión de armas nucleares (algo que ese país nunca ha admitido oficialmente), sino que también está dispuesto a utilizarlas. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, suspendió el domingo a ese ministro, miembro de un partido de extrema derecha en el gobierno de coalición, de las reuniones del gabinete «hasta nuevo aviso». No porque no sea verdad, sino por decirlo en público, claro está.