- Vacío de Conciencia
- Agobia la Vergüenza
- Ya estoy Descansando
Cada mañana y cada tarde mi capacidad de asombro aumenta, casi al mismo ritmo que los años –no se van sino se quedan todos, como decía el genial Mario Moreno-, al constatar que la humanidad nada ha aprendido de las más devastadoras experiencias; al contrario, cada vez son mayores las muestras de ferocidad y demencia, con cauce hacia la esquizofrenia hasta llegar a la sociopatía y a la psicopatía contra las cuales no existen todavía las suficientes defensas a ochenta años de la muerte de Sigmund Freud quien alertó sobre las conductas humanas extraviadas y ofreció la salida del psicoanálisis. Desde entonces, la humanidad no parece reaccionar.
Cada día es un motivo para asombrarnos si bien los informadores –no este columnista-, eluden el tratamiento de los conflictos personales y de los crímenes más espeluznantes para evitar escándalos, alegan, cuando el mayor de ellos es, precisamente, la ausencia de información veraz orientada para evitar reincidencias. Por desgracia, los criterios al respecto hacen ver como malsanas las imágenes reales mientras se opaca la verdad con historietas propias de telenovelas, el gran negocio de las empresas privadas de televisión de nuestro manipulado colectivo.
Es curioso: al público en general no le gusta ver cadáveres reales ni conocer las razones por las cuales se dio el martirio de tantas víctimas de la ignominia; a cambio de ello nadie protesta por la violencia, cada vez mayor, de los juegos cibernéticos, en manos de chicos adolescentes e incluso infantes, y de las series de la pantalla chica impregnadas de tramas tortuosos que, sin embargo, apenas alcanzan para retratar a la sociedad de nuestros días. Porque, para desgracia general, los hechos sucintos superan a la ficción con todo el imaginario público.
En los últimos días hemos conocido, y en mi caso difundido, horrores que no hubiéramos querido asimilar; para muchos, instalados en la hipocresía, mostrar imágenes dantescas es sólo una manera de explotar el morbo público para captar las candilejas de quienes se deleitan con las peores crónicas imaginables. No lo creo así: estoy seguro de que aislar las degradaciones mayúsculas es propiciar que las tendencias dramáticas crezcan hasta el punto de que sean, sencillamente, incontrolables en ausencia de sanciones sociales, como el desprecio comunitario, y los respectivos cauces penales aunque éstos también están impregnados de maldad: setenta de cada cien mujeres detenidas son motivo de avisos sexuales por parte de policías y centinelas. ¡Y así estrenamos nuevas reglas para el tratamiento penitenciario sin que por ello se detengan las torturas y las mayores aberraciones! Con falacias legaloides no será posible superar la brutal desviación mental de los opresores.
¿Qué castigo merece un padrastro que quema los genitales de un bebé de meses porque “mojó” la cama? ¿Y la madre que permitió y hasta alentó el sacrificio salvaje de su propio hijo? Lo grave de ello es que las sentencias penales suelen ser ligeras, unos cuantos años de cautiverio, sin que la sociedad sea suficientemente compensada porque, sin duda, al cumplirse la pena privativa de la libertad, reclusos de esta dimensión, sin haber recibido tratamientos adecuados, vuelve a ser un brutal peligro para cuantos tienen la desgracia de pasar cerca de ellos; porque, claro, es imposible saber cuánto más les afectó estar detrás de las rejas.
No puedo imaginar el dolor callado de la criatura quemada –y en este punto no puedo alejarme de los recuerdos y aparecen en mi mente los rastros criminales de quienes propiciaron la tragedia de los niños de Hermosillo, comenzando con Margarita Zavala, o los de Comitán, cuyo responsable fue Pablo Salazar Mendiguchía, o los de Sinaloa como consecuencia de la negligencia de Mario López Valdés-, ni el sufrimiento de tantos menores indefensos quienes son, literalmente, desmembrados o utilizados por enajenados que los violan desde antes de cumplir un año de existencia en un mundo apocalíptico.
¿Cuál sanción sería suficiente para la madre que mata a sus hijas para causarle “enojo” al padre de las mismas? ¿Y el progenitor que obliga a “su” mujer a abandonar a su prole para vivir supuestamente en armonía pero bajo el flagelo del desamor a su descendencia? Porque, para desgracia de la humanidad, se ha colocado al sexo, en todas sus expresiones hétero y homo, por encima de las expresiones diversas del amor hacia la pareja o hacia herederos y padres. Todo parece confundido en la nueva escala de valores.
En la misma línea se extiende la ilimitada cursilería de tratar a los animales cuál si fuesen superiores a los seres humanos exaltando, en cada momento, la fidelidad de los irracionales que, por instinto, salvaguardan a sus amos quienes a su vez reclama de aquellos el permanente cautiverio doméstico, tan brutal como la muerte –cuando menos para quienes no podríamos vivir sin libertad-. Esta tremenda desviación es la misma que, por ejemplo, han exaltado los autócratas, empezando con los nazis, para rebajar la condición humana a cambio de una transmutación de jerarquías a favor de sus mascotas. Por ello, claro, Hitler fundó la primera sociedad protectora de animales mientras condenaba a millones de judíos, polacos, etcétera, al holocausto. La historia es sabia… cuando se lee y es apreciada desde visiones diversas.
En la misma línea, ¿cómo podemos explicarnos la “indemnización” de cinco millones de pesos a cinco familias cuyos hijos, hermanos o padres fueron inmolados en Tlatlaya por un ejército voraz, mal mandado y peor formado? Pero ahora ya inició la campaña negra en contra de las víctimas y en voz de una mujer, sexoservidora les dicen ahora para no inmolarlas socialmente lo que no está mal, obviamente adoctrinada por los mandos militares para difamar a dos de las mujeres “fusiladas” ante una barda y sin salida posible. La brutal matanza parece olvidase con otros asuntos más mediáticos pero igualmente vergonzosos.
En la hora en la cual la secretaría de Gobernación, convertida en una especie de tienda de raya del dolor y de la muerte, “negocia” con los familiares de los once asesinados en Nochixtlán –la escala más reciente del terror peñista-, para entregarles prebendas económicas a cambio de su retiro de la lucha y el consiguiente silencio, millones de mexicanos nos preguntamos entonces por qué se exigió el fin de los bloqueos carreteros cuando se reconocía la brutal represión. Y, por supuesto, no hubo ni puede haber respuestas; no otra que no sea el retiro de este gobierno infecundo y bárbaro.
Todo ello, por supuesto, contribuye a la tremenda devaluación de los seres humanos, de los mexicanos, quienes al perder todo concepto de ética, moral y civilidad, se dejan llevar por las bajas pasiones. Como cualquier recluta de los narcos que intuye para sí las bondades de vivir espléndidamente unos años, sólo unos cuantos, a trueque de salir de su miseria extrema. Lo percibí, hace años, en mi querida y estigmatizada Ciudad Juárez, en donde he perdido amigos entrañables por la sinrazón de la violencia descocada –recuerdo, entre ellos, a uno muy querido, el abogado Julián Sosa González, asesinado a mansalva a las puertas de un restaurante al cual acudíamos con frecuencia él y yo, el Shangri-La, a principios de 2009; en esta urbe, como en otras muchas, no hay sentido alguno de equidad ni de límites porque la impunidad, primero, y la complicidad, después, han sustituido a la conciencia y el respeto a las vidas ajenas.
Por eso, y hay bastante más, el tejido social en México se ha infectado irreversiblemente; esto significa que es casi imposible retroceder en el recorrido hacia el abismo porque los peores se han enseñoreado del poder político, como Yunes en Veracruz, Moreno Valle en Puebla, Duarte en Chihuahua y el otro en Veracruz igualmente, Egidio en Tamaulipas, Malova en Sinaloa y los Borge en Quintana Roo sin olvidar a los residuos caciquiles de Yucatán bajo la tutela de la ladrona Ivonne Ortega Pacheco, la gran farsante del priísmo oscuro.
¡Muera el mal gobierno! ¡Viva la soberanía popular!
Debate
El señor peña nieto, al fin, ha logrado aglutinar a los mexicanos pero en la senda de la vergüenza. Sus viajes al exterior, cada uno de ellos, nos ha hecho sentir el flagelo internacional hacia un gobierno sin pies ni cabeza, voluble e incapaz de aplicar las esencias de la democracia: el consenso y el diálogo. Por desgracia, ha ocurrido exactamente lo contrario imponiéndose la fuerza represora del Estado y la intolerancia in extremis para juzgar a la ligera a quienes exigen respeto y justicia.
Los fascistas, a lo largo de la historia, se conectan por un hilo conductor: su rechazo a cualquier crítica considerando que ellos deben situarse por encima de las mismas, intocables siempre, con tal de mantener el rumbo “responsable” aunque sea a costa de pisotear derechos elementales como el de la libre expresión y el de la manifestación de ideas.
Por desgracia, las trampas han crecido a tal grado que resulta imposible identificar de dónde surgen los vándalos; lo que sí sé es el utilizar a éstos ha servido para infamar a quienes, como los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, para exhibir la rudeza de un gobierno ramplón y de mandamases sin ninguna sensibilidad.
Pero más grave aún, para el contexto histórico, es dejar libre y en paz a los grandes responsables del drama, en concreto, al ex gobernador Ángel Aguirre Rivero quien siguió los pasos de otro execrable mandatario guerrerense, Rubén Figueroa Alcocer, el asesino de “Aguas Blancas”, quien se regodea, en su ancianidad, en el refugio de su capital mal habido.
Dónde están unos y dónde otros. Los muertos no han sido redimidos y sus asesinos siguen pastando, como vacas sagradas, en los manantiales de la peor impudicia política de todos los tiempos. ¡Miserables!
La Anécdota
En el Mayab cuentan que hubo ocasión en la cual un jubilado estadounidense se encontró con un joven campesino henequenero quien dormitaba, bajo el sol incendiario del mediodía, en una banca del parque. Por supuesto, no sabía el intruso que el muchacho aquel ya había terminado un jornal iniciado a las tres o cuatro de la madrugada.
-¿Qué haces, muchacho? –preguntó el extranjero-.
-Estoy descansando, míster.
-Pero, ¿cómo? Yo a tu edad trabajaba y mucho. Durante muchos años estuve laborando para tener ahora, a mis sesenta y cinco años, un retiro digno.
-Pues mire, yo le gané por cincuenta años: y ya estoy descansando sin ninguna pensión.
Filosofía propia para pensadores de alcurnia.
El daño mayor que nos ha infringido el gobierno es la pérdida de valores morales.
Cuando la corrupción es gigantesca, como en estos años,
la sociedad se toma para sí el derecho de actuar ajena a los valores intrínsecos del ser humano.
Cada bebé violado, cada madre sin escrúpulos y cada padre apocalíptico,
son efectos de la descomposición social que es trance de la política sin rumbo alguno.