La oposición moralmente derrotada

Por: JOSE ALBERTO VAZQUEZ CRUZ

El priismo en su origen no asimiló que la revolución no es algo estático, es movimiento constante, de ahí que sus mecanismos para perpetuarse en el poder lo harían diluirse y traicionar su esencia social.

Conforme avanzó la consolidación del partido de Estado también se acentuaron sus contradicciones, las causas que le dieron origen en la revolución mexicana fueron soslayadas, se arropó en el poder económico para legitimar la estabilidad política a costa del bienestar de las mayorías.

Para conservar el poder, el oficialismo “revolucionario” generó las condiciones políticas que legitimaran su posición dominante y así aparecieron las representaciones plurinominales de los partidos políticos satélites, es decir, una oposición a modo.

El abuso del manejo de las arcas públicas para negocios privados y las crisis constantes pasadas como facturas eternas al pueblo, colapsaron en la rebelión interna del priismo de finales de los años noventa, las figuras del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, de doña Rosario Ibarra e incluso del propio Manuel Cloutier esbozaban los tiempos de cambio de rumbo del país.

No se contaba entonces con las condiciones sociales para pelear por un cambio en ese momento, se impuso el priismo a través del fraude electoral, de la influencia extranjera y del amasiato con la derecha.

El fraude electoral de 1988 dio origen al prianismo.

La necesidad de aliados del priismo de Salinas para justificar el fraude mostró a un grupo de malos mexicanos ávidos de poder y ambición sin límites.

De esa agresión a la democracia salieron a la luz personajes como Diego Fernández de Cevallos, Santiago Creel, Vicente Fox y muchos otros.

La insostenible mentira democrática del salinismo y la crisis posterior a su gobierno, trajeron consigo la urgente necesidad de cambios que dieran salida a la enorme presión e inconformidad social que privaba.

En 1997 por primera vez, la Ciudad de México pudo elegir a sus gobernantes, desde entonces el movimiento progresista ha gobernado y se ha convertido en punto neurálgico de la democracia y de las reivindicaciones sociales más relevantes del país, no fue un solo personaje, fue la conciencia del pueblo convertida en germen de la transformación nacional.

En el año 2000 llegó Fox a la presidencia con la bandera utilitarista del cambio, solo fue un gatopardismo, es decir cambiar todo para quedar igual.

La alternancia fue la versión más acabada del pacto entre el priismo envejecido y la derecha rapaz, creyeron ciegamente que el pueblo permanecería inmóvil a un pacto para saquear al país.

Basta recordar que en el gobierno de Fox y de Calderón, según cifras de la Auditoria Superior de la Federación, se dilapidaron más de 1.6 billones de pesos de los excedentes del boom petrolero, en gasto corriente, en crecer la burocracia de los gobiernos federales.

Con Fox y Calderón existieron funcionarios que ganaron más de 700 mil pesos mensuales y más de 3 mil funcionarios ganaban más que los presidentes, la burocracia dorada en su máxima expresión.

Con el peñismo las cosas no fueron diferentes, el entreguismo a los intereses privados nacionales y extranjeros fue cosa de todos los días, los excesos y la corrupción de una burocracia cara e ineficiente fueron factor innegable que definieron la llegada de la 4T.

Durante estas casi cuatro décadas la derecha, hoy agrupada en el Frente opositor, solo generó pobreza y deuda sin futuro para los mexicanos que, incluso, aun no nacen.

Las décadas del neoliberalismo prianista no pasaron impunes, en 2018, el pueblo y un líder fuerte y comprometido en erradicar la corrupción como el principal mal del país, fueron el binomio necesario para dar un salto cualitativo a nuestra democracia, cuyos resultados en el bienestar de la gente están a la vista.

Desde su nacimiento, el prianismo no cuenta con candidatos fuertes que les permitan ser competitivos, electoralmente hablando, el poder económico y político les servían para mantenerse, sin embargo, hoy enfrentaran a una sociedad contraria a su postura en, por lo menos, 22 entidades federativas donde gobierna Morena y sus aliados.

Los partidos políticos del frente opositor, reducidos a su mínima expresión, desde hace mucho no cuentan con ninguna figura presentable al campo de batalla electoral.

Ni en la Ciudad de México, ni en el país la derecha tiene un cuadro que no represente conflictos de intereses y corrupción.

Ricardo Anaya, se ha autoexiliado para no enfrentar a la justicia, Cabeza de Vaca reside también en Estados Unidos, Calderón vive en el extranjero, Salinas lo mismo desde hace décadas, Xóchitl Gálvez cada vez más desdibujada, muy probablemente la inviten a declinar con la misma velocidad que la encumbraron, antes de que siga autoincriminándose en cada declaración.

Con los antecedentes de desdicha y desdoro, la oposición está moralmente derrotada, no tiene argumentos para presentarse con verdaderas posibilidades de ganar las elecciones.

El priismo juega sus últimas cartas para ser el jugador bisagra del siguiente sexenio y evitar la extinción.

La derecha vive a expensas de los errores y tropiezos del gobierno y los partidos de la 4T.

La Cuarta Transformación es fruto, herencia y consecuencia de un vigoroso movimiento social que durante muchas décadas padeció de la traición, la represión, la guerra sucia, el fraude electoral, la desaparición forzada, la cooptación de sus dirigentes y muchas otras tantas calamidades ungidas desde el priismo más rancio y agazapado en el poder.

Morena y aliados deben recordar que no están en el poder por sus candidatos buena onda, que hablan con la derecha y rondan en el aspiracionismo ramplón, sino por aquellos que representan la lucha contra la desigualdad y el bienestar de las mayorías.

Se debe continuar la lucha para que el servicio público esté con la gente, que el gran elefante reumático, como el presidente define a la administración pública, sea empujado para lograr las grandes transformaciones que requiere el país.

Es indispensable afianzar un modelo de gobierno austero que erradique el lujo y dispendio instalado desde el pacto neoliberal, todavía existen algunos funcionarios y malas prácticas enquistadas en el gobierno, se deben erradicar.

Morena y aliados están en la antesala de consolidar el cambio histórico a que nuestro país estaba llamado a llegar, no hay personajes heroicos surgidos de la burocracia, ni de la noche a la mañana, sino luchadores sociales que convertidos en servidores públicos, sirven a las causas justas de la gente.

Con información de Latitud Megalópolis